martes, 20 de abril de 2010

A Larra le dolía España y Dolores puso una pistola en sus manos


Son muchas las razones que se han apuntado como la causa del suicidio de Larra. Se habla que fue su orgullo al no poder cambiar un país al que amaba. Pero también se dice que fue razón de una frustración amorosa. Probablemente estuvieran implicados varios factores. Lo que sí es verdad es que el tiro que se metió le instauró para siempre en la leyenda del romanticismo.

Llevaba puesta una levita de paño azul con cuello negro y una camisa de hilo de Filipinas. Así vestía Mariano José de Larra en el momento en el que se suicidó. Un dandy hasta la muerte. Un dandy y un romántico.

Son muchas las teorías que rodean el suicidio de Larra. Pero no dejó escrita una nota; así que por mucho que se hable son todo conjeturas.

Le dolía España

“Escribir en España no es llorar, es morir, / porque muere la inspiración envuelta en humo, / cuando no va su llama libre en pos del aire.” (Luis Cernuda). Larra fue el primer escritor de España que consideró con gesto intelectual los problemas nacionales. Nació en plena Guerra de la Independencia y tuvo que exiliarse a Francia porque el padre era un médico afrancesado. Sufrió en sus carnes los horrores del exilio familiar y la estancia en internados desde los 3 a los 13 años.

En la ya de por sí convulsa Historia de España, el siglo XIX es probablemente el más “ajetreado”. Esta centuria que se inició con la derrota de Trafalgar el 21 de noviembre de 1805 y las ruinas de la guerra de la Independencia, y finalizó con el desastre del 98, contempló guerras independentistas en las colonias, guerras civiles (las carlistas), pronunciamientos militares, golpes de Estado, revueltas sociales, revoluciones, restauraciones y cambios de sistema y de modelo político.

Buena parte de los grandes males de España en el siglo XIX arrancan del gobierno de Fernando VII, sin duda alguna, el peor monarca de la historia de España.

Durante los años en los que Mariano José de Larra escribe su obra literaria y periodística (1827-1837), España atraviesa una dificilísima situación política, social, económica y cultural. Es una España mísera, sin horizonte y sujeta a la dictadura de un régimen absolutista en el que la monarquía, la nobleza, las grandes fortunas, la Iglesia y buena parte del ejército sólo atendían a sus intereses. El intento de reconducir al país por la senda del liberalismo había sido liquidado el año 1823, y se había reinstaurado la censura de prensa y el régimen señorial, dando comienzo a la llamada Década ominosa. La muerte de Fernando VII en 1833 abocó a España a una guerra civil, la primera Guerra Carlista, durante la cual moriría Larra.

Se pegó un tiro por España

Larra contempla, desde la ironía de sus primeros artículos al pesimismo del final de su vida, un país enfrascado en disputas entre liberales y absolutistas, carlistas e isabelinos, potentados avariciosos y humildes y resignadas gentes del pueblo, clérigos osados e intelectuales abatidos.

Para muchos Larra murió por la herida que estaba desgarrando a España. Jesús Miranda de Larra, uno de sus descendientes y autor de una completa biografía del escritor sostiene que fue un hombre “orgulloso” que luchó por cambiar su patria y, “al ver que no podía integrarse en una España sin progreso”, se pegó un tiro. “No quiso ser parte de la España desastrosa que le tocaba vivir”. Un hombre que se suicidó por estar fuera de su tiempo. Ya Antonio Machado nos contaba: “Larra se mató porque no pudo encontrar la España que buscaba y cuando hubo perdido toda la esperanza de encontrarla”.

Leyenda del Romanticismo
Un tiro de gracia que le instaló para siempre en la leyenda del Romanticismo. El Romanticismo para Fígaro es un callejón sin salida. Es la gran contradicción donde coincide con otros jóvenes de su generación en Europa. Se sitúan entre la rebeldía y la melancolía. Es el vértigo de observar un mundo mecanizado en que el hombre, "un ser espiritual... se vuelve máquina él mismo a fuerza de hacer máquinas".

Pero Larra alternaba la desesperación con momentos de euforia amorosa. “El amor mata” escribió Larra en la crítica de Los Amantes de Teruel, quizás vaticinando su trágico final. Su primera y su última frustración fueron amorosas. En los años de estudiante en Valladolid Larra se enamoró de una mujer bastante mayor que él y que finalmente se revelaría como la amante de su propio padre. A los 20 años se casa con Josefina Wetoret, hermosa pero necia y superficial. Fue su gran error sentimental. Tuvo amores con una conocida actriz de la época y se dice también que fue una mujer la causa de un discutido duelo.

El amor de su vida

No obstante, el gran amor de su vida fue Dolores Armijo. Fue una relación adúltera por ambas partes. Ella estaba casada con un conocido abogado afrancesado. Dolores era todo lo contrario a Pepita, una mujer cultivada, discreta y graciosa. Se conocieron en 1830, cuando Larra solo llevaba un año casado con su mujer. Pepita sospechaba de las infidelidades de su marido y leyó una carta descubriendo una cita entre los dos amantes, por venganza remitió la carta al marido de Dolores. Es así como se acaban ambos matrimonios. El marido de Dolores se va a Filipinas a ocupar un alto cargo y ella decide retirarse de los chismes de Madrid. Primero en Extremadura y luego en Ávila. Dicen que él la siguió hasta ambos sitios aunque no se encontraron. No se sabe si volvieron a encontrarse después de sus viajes por Europa y su estancia en París. Lo que sí se sabe es que el 13 de febrero de 1837 Dolores escribe una nota a Larra y le anuncia que irá a visitarlo. Todo hace pensar que el escritor se ilusionó con la visita y quizás soñó una reconciliación. Lo cierto es que Dolores fue a la casa del periodista en la calle Santa Clara, cerca de la Plaza de Oriente, para pedirle todas las cartas que le había enviado para reunirse con su marido en Filipinas y salvar su matrimonio.

Es inútil preguntarse por qué se suicidó Larra. Desde meses atrás se repetían en sus artículos (auténticas confesiones de un hombre desesperado) alusiones a un posible deseo de quitarse la vida. “A Larra le dolía España y Dolores puso una pistola en sus manos”, aclara su familiar Jesús Miranda. Larra se metió un tiro en la cabeza, la bala penetró entre la oreja y la sien derecha, salió por encima de la sien izquierda, atravesó una puerta vidriera y se instaló en la pared. Y para ser más románticos aún también se dice que el mercante en el que Dolores se embarcó para iniciar una nueva vida junto a su marido no llegaría a Filipinas. El barco se hundiría a la altura de la costa de Buena Esperanza. No habría supervivientes. Pero son solo rumores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario