lunes, 18 de enero de 2010

Erótica del poder


La Primera Dama de Irlanda del Norte tenía que habérselo pensado mejor antes de echar una canita al aire con un jovencito de 19 años. Y es que parece que se le olvidó lo mal que sientan en el mundo anglosajón los “affairs” sexuales de sus políticos. No hace falta más que observar las reacciones que se han creado después que la prensa, cual Santa Inquisición, airee estos escarceos a los cuatro vientos.

¿Cómo una mujer de 58 años puede seducir a un adolescente de 19? Basta con ser la primera dama de Irlanda del Norte y utilizar sus influencias para conseguir 55.000 euros y una licencia para que “su ligue” montara un café. El caso de la Sra. Robinson ha sorprendido a medio mundo. Según destapó la semana pasada un reportaje de la BBC, la esposa del presidente de Irlanda del Norte había mantenido un affaire con un jovencito de 19 años, Kirl McCambley. Esta historia le ha costado la dimisión temporal al ministro principal norirlandés, Peter Robinson que ha afirmado que “ha perdonado” a su mujer y que debe ayudarla porque se ha intentado suicidar y se encuentra recluida en un psiquiátrico.

Lo que realmente parece paradójico es que La Sra. Robinson había criticado en numerosas ocasiones a Hillary Clinton por las infidelidades de su marido, alguien que por el contrario, parece que le sale mucho más barato cornear continuamente a su esposa. Y es que recientemente se ha vuelto a destapar un escándalo sexual del ex presidente Clinton. La publicación del libro “Game Change” por dos periodistas ha revelado que Clinton mantuvo una relación estable con otra mujer mientras Hillary se volcaba en su campaña electoral. Pero los líos de falda de Clinton ya no sorprenden a nadie, probablemente ni siquiera a Hillary. Sobretodo después de que, precisamente Bill Clinton, fuera el protagonista del escándalo sexual más sonado de la historia y que tuvo como escenario, nada más y nada menos, que la Casa Blanca. El escarceo de Clinton con una becaria, más conocido como “el caso Lewinsky” dio la vuelta al mundo.

Otro de los ases de corazones en esto de los escándalos sexuales es el Primer Ministro italiano, Silvio Berlusconi. Su supuesta relación con una menor de edad, los encuentros con una prostituta de lujo y las fotografías en las que se le veía rodeado de esculturales jóvenes en su mansión de Cerdeña, llenaron las páginas de diarios de todo el mundo y dañaron su imagen internacional. Eso sí, él no pensó si quiera en dimitir.

A Frédéric Mitterrand, ministro de cultura francés le costó muy caro salir en defensa de Roman Polanski, perseguido por un delito sexual con una menor cometido hace 30 años. Con ese motivo, los líderes de la oposición comenzaron una campaña de “linchamiento público” que le reprochaban sus confesiones sobre el sexo homosexual “tarifado”, en un libro que publicó hace cuatro años: “La mala vida”. Sin embargo, él se aferró a su puesto alegando que “fue un error y no un delito”.

Otro que entonó el “mea culpa” fue el ex aspirante norteamericano a candidato demócrata, John Edwards. ¿Su mérito? Mantener un romance extramatrimonial con Rielle Hunter, una aprendiz de cineasta al que el ex senador pagó 114.000 dólares para que produjese cuatro vídeos de campaña para Internet, a pesar de su falta de experiencia. Edwars lo negó reiteradamente en su campaña, posteriormente lo reconoció aunque aseguró no ser el padre del hijo de la cineasta.

Uno que corrió menos suerte fue el ya ex gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer (casado y con tres hijas) al que no lo quedó más remedio que dimitir cuando se descubrió que frecuentaba prostíbulos y estaba relacionado con una red de prostitución de lujo. Por estos servicios Spitzer llegó a pagar hasta 5.500 dólares a la hora.

Otros casos ya míticos fueron por ejemplo el de Strom Thurmon, Senador de Carolina del sur durante 48 años y defensor acérrimo del segregacionismo racial. Y no extrañó, años después de su muerte, se descubrió que tenía una hija fruto de la relación que mantuvo con una criada afroamericana. O John Profumo, que fue ministro de defensa británico y que mantuvo una relación sentimental de ocho años con Chiristine Keeler, amante a su vez de un espía soviético. También Mark Foley, un legislador estadounidense que renunció a su vida política tras ser acusado de enviar mensajes con contenido sexual a los azafatos adolescentes del Capitolio o el jefe de la defensa británica Peter Harding, cuando se descubrió su relación con Bienvenida Pérez, casada a su vez con el diputado tory, Anthony Buck.

Como vemos, los escándalos sexuales de los políticos se convierten cada vez en mayor medida, en un elemento del juego político, capaz de alterar e incluso, destruir carreras políticas. ¿Quién será el próximo en unirse al club de los fustigados públicamente al destaparse un devaneo sexual? Hagan sus apuestas.

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